RESUMEN
Al tiermpo que nos preocupamos por pensar y producir en torno a la universidad como marco social para la memoria, resurgen con fuerza en nuestro país, discursos que llaman al olvido y la desmemoria. Periodistas y escritores que en algún momento tuvieron una posición comprometida con los derechos humanos, comienzan a reclamar que se deje de hablar de ciertos temas. Así, hablar de la dictadura, de la violación a los derechos humanos, de las luchas de Hijos abuelas y madres de plaza de mayo, son, para estos portavoces de la desmemoria temas perimidos, superados, ya dichos Lo que impera en estos discursos es la reivindicación del presente.-como si la construcción de un futuro estuviera el margen del pasado y su revisión .Hay una especie de «presentismo», pareciera que el hoy y ahora importa por si mismo. Eric Hobsbawm, en su «Historia del Siglo XX» responde lucidamente: «La destrucción del pasado, o más bien de los mecanismos sociales que vinculan la experiencia contemporánea del individuo con la de generaciones anteriores, es uno de los fenómenos más característicos y extraños de las postrimerías del siglo xx. En su mayor parte, los jóvenes, hombres y mujeres, de este final de siglo crecen en una suerte de presente permanente sin relación orgánica alguna con el pasado del tiempo en el que viven.»
Nos reivindicamos militantes de la memoria, guardianes de la memoria[1] (pero no del pasado estático, sino siempre dinámico y resignificable), y consideramos que la Universidad es un espacio, un lugar, una de las instituciones privilegiadas para que este reconocimiento activo del pasado sea puesto en acto. Desde ella nos pensamos y en ella transcurrimos gran parte de nuestro tiempo, de nuestro trabajo, de nuestra militancia, nuestras apuestas y creencias se ligan con la posibilidad de pensar la Universidad como un espacio de formación de ciudadanos críticos y comprometidos con su tiempo.
Desde estas convicciones y desde diversas posiciones institucionales a lo largo de nuestra historia personal (que como toda biografía esta inscripta en un tiempo histórico social y puede ser leída como tiempo generacional), nos preocupamos por la recuperación de la memoria y la defensa de los derechos humanos.
Las Memorias reconstruidas e interpeladas necesitan de marcos sociales para poder recordar. La Universidad y en este caso la Escuela de Trabajo Social han facilitado un proceso y generado espacios para convertir olvidos y silencios en voces, luchas del presente que han permitido procesos de identificación colectiva. Acciones y búsquedas que tienen como protagonistas a jóvenes que han reinventado formas de interpelación, de protesta, de puesta en lo público y de expresiones colectivas que tienen como horizonte el nunca más. Las estrategias asumidas buscan por un lado, generar en el resto de la población universitaria y de Córdoba, conciencia de lo sucedido en nuestro país en los años de la dictadura, como así también poner en público y abordar los derechos que hoy están vulnerados (como el derecho a un medio ambiente saludable, por ejemplo).- La Universidad constituye el espacio, en que se comparten similares consumos culturales, y practicas de sociabilidad, y ello les ha permitido a los jóvenes poner en tensión a la institución misma, instalando debates, hechos, acciones.
[1] Giddens señala que: La memoria es por tanto un proceso social activo que no puede ser meramente identificado con el recuerdo. En las culturas orales los ancianos son los depositarios (y con frecuencia también los guardianes) de las tradiciones no solo porque las absorbieron antes que los demás, sino porque tienen el suficiente tiempo libre para identificar los detalles de esas tradiciones, interactuando con otros de su misma edad y para enseñarlas a los más jóvenes. No tenemos mas elementos que los mencionados , mas seria interesante continuar buceando en quien y como le transmitió la historia reciente a esos jóvenes.